Poropopó el que no salte, no es del león.
Como se ha expuesto hasta este momento la saturación de información que hay en las transmisiones de eventos deportivos en medios de comunicación ha enriquecido una experiencia a la que, en su versión en vivo, hay una cosa que nada le quita: la unión de la gente.
Frente a mi había dos familias en las que por cada lado había unos pelados de tal vez 15 o 16 años. No se conocían, pero eso no les impedía hablar el mismo lenguaje. Comentaban las jugadas, se reían de los insultos del otro y celebraban con un abrazo y choque de manos cuando se pitó penal y cuando hubo gol.
El día que volví al estadio no entendí por qué anularon el gol. Fue una jugada revisada por el VAR que se juatificó como fuera de lugar, pero no era evidente; era de esas jugadas que quedan a interpretación del árbitro. Pude verla “de cerca” al salir porque X estaba encendido en la polémica. (@)santafecito_juan argumentaba contra (@)miguel8963 que no era gol porque la visual del arquero no estaba bloqueada. En fin, el punto es que lo anularon.
Al comienzo nada de lo que estaba viendo tenía algo que envidiarle a la comodidad de mi sala y la pantalla HD. Hasta que llegó la Guardia y comenzó a rugir. Con un solo salto son capaces de mover los bloques de cemento debajo de los pies de la tribuna estática y con un canto son capaces de llevar esa quietud a un salto desincronizado de más de 20.000 personas que suena “poropopó, poropopó. El que no salte, no es del león”.
Si bien la experiencia que tiene la posibilidad de vivir el espectador gracias a a los medios de comunicación se enriquece en términos de la amplitud de la información que recibe, eso no implica que sea mejor o peor a la experiencia en vivo. No son lo mismo y ambas implican dinámicas diferentes y demandan distintas cosas del espectador. Es más, si se las ve como herramientas, todo aquello que ha llegado para perfeccionar cada vez más la apuesta de las transmisiones es un complemento de la experiencia en vivo y funciona de salvavidas para la torpeza de espectadores como yo.
La frustración está ahí, me sigo dando golpes de pecho, pero tampoco puedo quejarme; al final en el noticiero lo vi más de cinco veces. Decía y volvía a decir “no es lo mismo”, pero quizás era cuestión de un capricho. Bendita sea la geografía que me regaló una buena anécdota y bendito sea Jonathan Copete por anotar el gol de la séptima.